REPORTAJE
Pensar el mundo para transformar la escuela
La ubicación del centro educativo obliga al desplazamiento de personas desde diferentes puntos geográficos. Tal vez una buena idea para evitar el impacto ambiental de tanto viaje es que el centro tenga diferentes sedes y así se minimicen. O que cuente con un servicio de préstamo de bicicletas entre el estudiantado para que no se usen medios de transporte contaminantes.
Estas son solo algunas de las ideas que estudiantes de diferentes niveles han podido «inventar» cuando se les ha enfrentado con la necesidad de buscar soluciones a dilemas posibles. Una búsqueda que forma parte del proyecto Educación por el futuro que se está desarrollando durante estos primeros meses de curso y hasta mediados de febrero en diferentes centros de la Comunitat Valenciana dentro de la red Planea.
Un proyecto casi relámpago. Comenzó en octubre y casi cierra sus actividades este mes de diciembre. Todavía quedarán algunas últimas citas en los primeros meses de 2022, pero el trabajo «gordo» ya estará hecho para entonces.
Un proyecto casi relámpago. Comenzó en octubre y casi cierra sus actividades este mes de diciembre. Todavía quedarán algunas últimas citas en los primeros meses de 2022, pero el trabajo «gordo» ya estará hecho para entonces.
Educación por el futuro, una iniciativa de la Red Planea que se ha estado desarrollando en la Comunitat Valenciana de la mano del Consorci de Museos y de Permea, trata de hacer reflexionar a los claustros y al alumnado sobre la emergencia climática para, desde ese lugar, imaginar futuros posibles; futuros utópicos en los que poder habitar con una mayor armonía con el entorno. Y desde ese pensar futuros positivos posibles, intentar transformar el entorno de los centros educativos y la relación entre ambos.
«El material se plantea como un explosivo que dejas en el centro». Así lo ve Coloma Mestre. Es profesora en el centro de formación de personas adultas Vicent Ventura, en Valencia. Es uno de los que desde hace unos meses se ha embarcado en este proyecto.
Ese explosivo que llega al centro ha sido diseñado por Audrey Lingstuyl y Michael Urrea, diseñadores y expertos en comuncación. Y lo han diseñado para que se utilice en diferentes fases. Como explica Coloma, en la primera hay una serie de «cartas», como si fuera una baraja. En cada una de ellas hay un texto sobre el que el alumnado tiene que realizar una reflexión; por ejemplo, imanginar un mundo en el que no hubiera humanos, o pensar en los millones de microorganismos que habitan en nuestro cuerpo.
Una vez que se pase esta fase creativa, de redacción de relatos, vendrá el gran acuerdo de tranformación. Una propuesta de cambios posibles en los diferentes centros educativos que respondan a la crisis climática y, también, que modifiquen la relación que tienen cada uno de ellos con el entorno en el que se enmarcan.
El objetivo es que esta fase estuviera terminada en este mes de diciembre. Ambas docentes coinciden en que los tiempos con los que están trabajando son un poco escasos, que una transformación de centro se tarda un poco más en idearla. Aunque, en cualquier caso, están satisfechas con lo que han hecho hasta ahora y con el material del proyecto y ven como una posibilidad seguir desarrollando el proyecto en años venideros, de manera que pudiera ir creciendo.
Desde luegares alejados tienen visiones similares del trabajo que tienen entre manos. Como comenta Natxo Presencio del Diego, director del CFPA Giner de los Ríos, el proyecto del centro que dirige es ser un facilitador, un abridor de puertas para un alumnado que en buena medida viene rebotado de un sistema educativo que no ha podido o sabido darle respuesta o respaldo. Chavales que salieron de la educación en cuanto pudieron y que, pasado cierto tiempo, han vuelto, por ejemplo. Chavales y no tan chavales con historias de vida muy complejas que, principalmente, lo que necesitan es un título que les permita o trabajar o acceder a estudios de siguiente nivel.
«Cualquier estímulo que podamos darles será bienvenido», resume para explicar el porqué se ha metido en este berenjenal. Un motivo nada desdeñable al pensar que el centro tiene 25 docentes, de los cuales cuatro tienen destino definitivo (el resto se irá el próximo curso). Entre todos ellos, unos más que otros, gestionan, además de las materias y las clases, los módulos y los proyectos, toda la burocracia administrativa del centro (tienen a unas 1.400 personas inscritas). La formación de personas adultas no cuenta con la posibilidad de tener personal de administración.
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