jueves, 2 de junio de 2022

CONVIVENCIA Y EDUCACIÓN EN VALOR

Cuando los ¨fracasos escolares¨ dan una clase de pedagogia



Hace unas semanas recibimos, en una asignatura del grado de pedagogía de la UB, la visita de un grupo de adolescentes que finalizan la ESO fuera del instituto. Lo hacen en la Unidad de Escolarización Compartida (UEC) Esclat Bellvitge. Son siete chicos y una chica que llegan acompañados de su educadora. A lo largo de hora y media, y con el apoyo de un powerpoint que han preparado previamente, explican a los futuros pedagogos y pedagogas el proyecto educativo en el que participan.

Con nervios y algo de vergüenza, los más extrovertidos inician la charla apuntando dos ideas que irán desarrollando a lo largo de la sesión. La primera, la experiencia generalizada de que su etapa escolar ha sido un desastre. La segunda, el convencimiento de que la UEC les ofrece una nueva posibilidad que vale la pena aprovechar.

Poco a poco con la ayuda de la educadora los jóvenes van desgranando los elementos que consideran claves en su proceso de recuperación. Lo hacen de forma espontánea, a menudo a petición de las preguntas que les dirigen los compañeros y compañeras de la universidad. A pesar de la dificultad de sintetizar en pocas palabras su mensaje, compartimos cuatro puntos claves que defendieron y que bien podrían formar parte de un manual de pedagogía.

Relacion cercana y grupos pequeños

La expresión «como si fuéramos una familia» es usada por los adolescentes en diferentes momentos para señalar la relación cercana entre los miembros de la UEC. Destacan, por un lado, que los educadores y educadoras, los talleristas, el personal de administración y el equipo directivo conocen a cada chico y cada chica del centro, se dirigen a ellos por su nombre, y disponen de información que les permite interesarse por cuestiones que forman parte de sus vidas como, por ejemplo, la evolución de un familiar hospitalizado, el regreso de un viaje al país de origen, la búsqueda de empleo o un cambio de domicilio.

Por otro lado, valoran la organización en pequeños grupos porque piensan que favorece el conocimiento mutuo y la aceptación del otro “tal y como es”. Saben que son muchas las circunstancias que comparten y eso facilita también la empatía entre compañeros.

Expectativas altas y mejora en la conducta

Entre los cambios personales más significativos de su estancia en la UEC, siete de los ocho jóvenes apuntan a una radical reducción de dos conductas que reconocen haber mantenido anteriormente: el absentismo y la conducta disruptiva.

Respecto al absentismo, no todos están en la misma situación, si bien todos valoran que han hecho una mejora importante. El hecho de “tener ganas de ir” al centro y estar interesados ​​por muchas de las actividades que se les ofrecen rebaja la atracción que en otros momentos han ejercido sobre ellos el absentismo y el abandono.

La conducta disruptiva con la que la mayoría se identifica en sus años de instituto, la asocian al aburrimiento que sufrían y al sentimiento de que el profesorado no esperaba nada bueno de ellos. La percepción de las bajas expectativas de los adultos es un comentario que se repite en el tratamiento de distintos temas: proyectos de futuro, actividad académica o comportamiento en clase, entre otros. Si bien consideran que de vez en cuando se pelean, no se reconocen en el rol violento y agresivo que han asumido en el pasado.












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